7.9.09

La mujer de Hojalata



Una vez pertenecí a un mundo…o quizás lo soñara, a fin de cuentas que tierra me aceptaría a mí. Es igual, ya que los recuerdos se pierden, se transforman o se reinventan, pero las sensaciones; eso se pega al cuerpo y al alma como el moreno del sol a la piel.

Teníamos un nexo de comunión, un interés que nos hacía acercarnos los unos con los otros; las palabras. Esos mágicos ruidos que procedentes de la boca sabíamos transformar en letras, frases e historias. Así nació una comunidad donde el gran mago procedente de las tierras del desierto Al-Amillo nos instruía y gobernaba sabiamente. La comunidad aceptaba nuevos habitantes mientras otros se alejaban para siempre, éramos como un barco a la deriva esperando que naufragara, alguien nos bautizó como la Organización Zozobra, así se nos conoció como Oz.

Pero resistimos; la bibliotecaria, la porteña y el histrión asieron fuertemente el velamen, mientras el minero, la siriana, el chapero, la librera, la banquera, la jubilada, el cervecero y la mujer de hojalata agarraban fuertemente los remos del barco que timoneaba al mago de Oz. Aguantamos las tormentas y las épocas de reposo de los veranos. El mago nos regaló la medalla del valor por resistir y el título de escritores por nuestros relatos.

Sabíamos que faltaba algo, un órgano dañado; la mujer de hojalata lo sabía bien, ya le habían abierto la compuerta del pecho para ajustarlo, los demás sólo lo intuíamos. Entonces nació un proyecto, a cada reunión que conjuraba el mago, nos colocábamos los zapatos rojos y seguíamos el camino de baldosas amarillas hasta el punto de reunión. ¿Qué faltaba?, se preguntaba la comunidad, nos mirábamos incrédulos, ¿qué?, nos interrogábamos inquisitivamente con la mirada, ¿qué faltaba?. La mujer de hojalata quería uno nuevo; pero como podía ella pedir al mago algo que tenía estropeado, hacía poco que lo habían engrasado aunque los pistones aun no estaban finos. La comunidad pensaba que teníamos una maldición encima, como si una bruja mala nos hubiera hechizado, la del oeste dijo alguien aficionado a las películas del western.

Así que se decidió algo valiente e inteligente, ya que ahora teníamos las medallas y los títulos. Dejaríamos ese mundo blanco y negro, seguiríamos con nuestros zapatos rojos la estela de baldosas amarillas hasta la ciudad esmeralda para leer y compartir nuestro don. Era el primer día que preparábamos la escena, donde antiguamente había una escuela de música se construyó el palacio de la ciudad esmeralda. Todos recitábamos nuestras lecturas, expectantes, alucinados. Nos habíamos atrevido, éramos osados, intrépidos, listos; entonces, porqué aquella desazón, el ¿qué faltaba? Seguía resonando. Fue entonces cuando se hizo el silencio para que la mujer de hojalata leyera, el silencio del palacio sólo era roto por la voz temblorosa de la mujer con el corazón estropeado; sus lágrimas que lejos de oxidar sus mejillas, las hacía brillantes y sobrehumanas, se contagiaron enseguida al resto de la agrupación y nos miramos unos a otros, vi como al tiempo todos nos llevamos las manos al pecho y ahogábamos un grito, ¿era posible qué el corazón también se nos hubiera estropeado?. No, el granuja de Cupido cogió las flechas de la amistad y con un arco prodigioso nos ensartó a todos de golpe, que maravilloso momento, la mujer de hojalata que temía por su corazón nos lo activo a todos con una descarga de electrizante amor. Nació una familia donde había una comunidad; algunos juraron que vieron derretirse a la bruja mala del oeste.

Ahora sé que el mago de Oz, no es un mago, sólo un amigo especial que nos dio lo que necesitábamos usando el sentido común, pero sin duda fue la mujer de hojalata la que nos arregló el corazón. Ahora cada vez que vuelvo a una de las reuniones, me parece ver a la pequeña Dorothy abrazando a su perritoToto y diciendo aquello de: Realmente no hay lugar como el hogar.

Y esto, lo juro, lo pensé por primera vez cuando la mujer de hojalata dejó de buscar un corazón sano para curar el nuestro en el maravilloso palacio de ciudad esmeralda. Gracias Concep.

3 comentaris:

Mónica la más dulce ha dit...

Precioso relato Juan Ma, para una mujer que es "todo corazón" y a la que todos queremos un montón. ¡Bien por vos!, que supiste plasmar en forma de cuento un sentir que compartimos. Concep, nuestra querida vermell, pesa mucho en nosotros y no me quedan dudas de que somos una familia, unida por un sueño y con sentimientos recíprocos más allá de las distancias.
Besazos y abrazotes de osa compy, te quiero un montonazo y a ella, ya lo sabe, amiga del alma.

Ramon ha dit...

El texto está bien... sobre todo muy sentimental para los que vivimos esos momentos; pero "hijo de mi vida....!!!" no había otra canción más adecuada para poner que la de Marta tiene un marcapasos....!!!!

CKs ha dit...

Sorry, no sé porque motivo, pero no solo no vi la canción en su momento, sino que no pude escucharla. Un poco fuerte el temita ¿No?
Besazos. Monica