28.3.09

Colors: Blau

AZUL

En aquel paseo casi desierto, Azariel se había quedado quieto, solo, parado, viendo venir el viento, echándole la culpa, como si el aire frió del final de otoño hubiera sido el causante de arrollar a la gente de la calle, después de haber desnudado de hojas a los árboles.

Aunque para las hojas era un viento liberador, eutanásico, para el se había convertido en un vuelo de recuerdos de un niño con traje de marinero de primera comunión, un niño que había intentado despejar el color tormenta, con las turbulencias de una adolescencia enfundada en monos azules manchados de grasa de taller.

Pero los azules seguían siendo oscuros, marinos o metálicos, pero oscuros.

El viento le silbaba a los oídos consejos de madurez, pero el ya se había puesto un pendiente de esos que se ponen los marineros después de cruzar por primera vez el ecuador, y se había vestido esta vez con el más oscuro de los colores, buscando compañeros de viaje. Aunque la final no pudo resistirse a rodear su cuello con un pañuelo teñido de azul, de un azul elegante, sugerente, de un azul adivinado de transparencias soñando con cielos limpios barridos por el viento.

Quizás era hora de romper con tópicos de "sangre azul". Porque se decía que ese era color de ricos y poderosos. Y el estaba decidido a usurparlo, a blasfemar y convertirlo en el color de los sueños y las ideas.

Al final del paseo, en aquella plaza, se hizo consciente, que por primera vez había llegado al final, de un camino conocido.
Al entrar en aquella ciudad de la periferia de su mundo, soñó verse entre sabànas, pampas y estepas, observando el sol de cada día, apagándose poco a poco, hasta llevarse todos los colores, hasta vaciar el cielo, hasta pintarlo de negro, sin colores, sin azul. Dejando un negativo de fotografía, con miles de puntos blancos revelados, parpadeantes, como interrogándose de su propia existencia en la lejanía.

Y es que el blanco siempre aparece rodeando al azul. En las nubes o en las olas, o en la niebla que llena de magia las llanuras, en los días de invierno. Como una madre protectora, cuidando de su niño azul. No consiguiendo otra cosa que ocultarlo y no dejarlo enorgullecerse de su color.

En aquella ciudad, que estaba en la frontera entre el mundo conocido y la aventura, al final del paseo, en la plaza, encontró un sitio donde comer.
Era un sitio construido en la oscuridad del subsuelo, donde las ventanillas altas y alargadas, se convertían en una luz celeste, celestial, una luz para adorar.
Después de un plato comido con la paciencia de los palillos, en medio de la exquisita amabilidad oriental, por las ventanas empezó a colarse como un susurro, una musiquilla lejana.
Mientras, en la televisión pasaban el anuncio de una película, hecha de música, se titulaba “la historia de un sueño”.
Pero el decidió irse tras la música viva que atravesaba las ventanas.

Durante un período sin tiempo, sus sentidos habían estado agitados, con las notas de un blues, entre velas repartidas con gracia, y olores de incienso escondidos tras el humo. Un blues de saxo melancólico y quejidos de armónica insistentes, un blues azul.
La agitación de sus sentidos, consiguieron que sintiera de aquella manera -otra vez-.
Siempre le había gustado pensar, que esos, eran soplos de magia. Le gustaba creer, que los momentos mágicos, son una combinación de estados, provocadas por el azar. Para Azariel son situaciones que se entrelazan en sintonía. Una armonía natural con sensaciones que se perciben…son como un beso para el espíritu. La lástima es que solo aparecen en algunas ocasiones, y huyen sin avisar. Son momentos, en los que uno puede escaparse de la encerrona diaria de un destino diseñado por otros, y conectar por un instante con el entorno inmediato sintiéndose vivo de una forma placentera.

Cuando hacía un rato que el concierto había acabado, mientras los músicos acababan de recoger sus instrumentos, se despertó y salió de puntillas, sigilosamente. Abandonó aquel patio de azules sobre azulejos y se adentró en las calles desiertas. La noche con su oscuridad había pintado los suelos con el claro-oscuro de las farolas, y el se fue tras ese rastro de huellas imaginarias. El paseo duró un largo periodo de tiempo. Las vueltas y los rodeos para relajar la curiosidad lo habían llevado al punto de partida.
El mundo da vueltas.

A media noche abandonó la ciudad dirigiéndose al sur por una carretera caída de las montañas. Tras las brumas apareció un local retirado de la circulación. Y el se paró, para calmar su sed de líquidos transparentes.

-Señorita póngame una ginebra azul, fría, con hielo.
-Las ginebras son todas transparentes, a no ser que le pongamos…
-Todas menos aquella de allí.
-Ah! Entiendo.
Del rostro de la chica brotó, como en una aparición, una sonrisa que parecía sacada de un dibujo pintado de colores. Una mueca, un instante fotográfico, desvanecido después de haber servido al extraño inventor de adjetivos, una ginebra transparente en un vaso azul, para que así no perdiera el color regalado por la botella. Entre las rayas de luz, el local se mostraba frío en los espacios, pero cálido y acogedor en sus rincones alumbrados de sueños con luces hechas de suspiros. Azariel se perdió en pensamientos azules, que flotaban tras el humo del cigarrillo.

Una vez reiniciada la ruta, en los primeros kilómetros, la carretera fue despejándose de nubes a trozos y restos de niebla abandonada. Y apareció el mar en toda su inmensidad. Sobre la última recta, en el horizonte cercano, bajo el cielo, que le mostraba su resplandor de crepúsculo matutino.

Mientras iba acercándose a su destino, se preguntaba porque al viejo continente se le pintaba de azul. Y recordó las primeras tribus emigrando hacia las costas del oeste, hacia el ocaso. Recordó las primeras culturas, caminando hacia allí donde el mar se junta con el cielo, buscando el más allá por los caminos de la Via Lactea, intentando huir de las tinieblas.

Azariel después de viajar por las tierras y los pueblos de sus antepasados, buscando un sitio con el que reencontrarse, había decidido volver a mirar al mar, porque pensó que el mundo es azul a pesar de la oscuridad de los océanos, y que el cielo es azul a pesar de las sombras del universo. Porque todos tenemos algo azul que buscar, tanto si vinimos del mar como si nos mandan al cielo, y dejar de preguntarnos ¿Si el azul existe?

-Porque vivimos en un Planeta AZUL-

Manel